Casting {Remus J. Lupin}

NOMBRE DEL PERSONAJE

✘ NOMBRE DEL PERSONAJE POR EL QUE OPTAS.
Remus J. Lupin.

✘ RAZONES POR LAS CUALES DESEAS TOMAR AL PERSONAJE.
De todos los personajes de la saga, es Remus con el que más me identifico por el gran lazo que lo une con sus amigos, su lealtad hacia con ellos. Me encanta la dualidad entre el ser humano y la bestia que habita en él, la culpabilidad y el miedo constante a ser una amenaza para los demás, especialmente para sus amigos. No tiene miedo por sí mismo, sino por los demás y esa nobleza de su carácter, junto con su fortaleza para sobreponerse incluso al odio hacia sí mismo que siente, es algo que me gustaría mucho desarrollar..

✘ TIEMPO QUE LE DEDICARÍAS AL PERSONAJE, DENTRO DEL ROL.
Solo estoy en otro foro más, pero dado que no es realmente muy activo, podría dedicarle una gran cantidad de tiempo..

✘ ARGUMENTO DEL CASTING.
Remus meditando algunas cuestiones mientras espera a que la luna llena aparezca..

✘ CASTING.
La casa de los gritos cruje aún sin un lobo habitándola. Es vieja y está destartalada. Es claro que él ha ayudado bastante a que la casa se encuentre como está, pero no es necesario decirlo. La pintura blanca de las paredes, ahora es de un color gris y amarillo, debido a la suciedad y al pasar del tiempo. El suelo de madera tiene rasguños y hay algunas tablas rotas con las que él y sus amigos han llegado a tropezarse cuando no hay suficiente luz para ver por donde caminan. Es divertido en ocasiones y eso le forma una sonrisa en el rostro. Se acuerda cuando Sirius se quedó con un pie atorado y el modo en como maldijo a la casa y a su suerte. Una risa ligera pareció invadir por un momento el silencio tenso de la casa. Tendría que estar acostumbrado ya a la transformación, pero desde el horrible accidente -ese que borra la luz de sus ojos y la sonrisa de los labios- que pareciera que es mucho más difícil. Sus amigos no están ahora con él y eso también lo complica aunque a la vez, lo hace sentir inmensamente más tranquilo.

Suspiró y se sentó en su esquina, esa que siempre le había sostenido en la espera. Cruzó sus piernas, largas y flacuchas. Era el más alto de los merodeadores, aunque seguro no el más guapo, ni el más carismático -esos tendrían que ser Sirius y James en su respectivo orden. Ni siquiera podía ser como Peter, tan animoso para festejar las travesuras de los otros, uniéndose a la felicidad de una broma perfectamente relaizada. No, simplemente no podía ser como ninguno de los tres, aún cuando les quería, siempre se preguntaba cómo había logrado ser parte de ellos. ¿Cómo el serio y aburrido Remus, sujeto a una maldición espantosa, había logrado ser parte de un equipo de buenas personas, aún cuando traviesos? No sabía, pero lo agradecía.

Escuchó un ruido y alerta, desvió la mirada a donde provenía y suspiró al ver a una rata que no era Peter (la única rata buena que conocía), seguramente salvaje, aunque la posibilidad de que fuera mascota de algún chico del colegio también era latente. No entendía cómo podía ser así, tener de amigo a alguien que puede comerte mientras duermes. Volvió a reírse porque era irónico. Al menos, al final de todas las cosas, la risa era lo que le quedaba, y si no podía reírse de sí mismo, no podría reírse de nada más. Desvió la mirada a una de las ventanas cubiertas, esa tenía una pequeña rasgadura que le dejaba ver al cielo que se oscurecía rápidamente. Faltaban un par de minutos y su cuerpo tuvo que hacerse un ovillo, sobrecogido con la memoria del dolor espantoso que precedía a la transformación. Estaba cansado de todo eso, deseaba que hubiese una cura, así no tendría que preocuparse por no matar a nadie más.

Apretó los ojos, sintiéndolos escocer. No tenía derecho de llorar por el accidente, eso se lo dejaría a las personas que había dejado sin una amiga, sin una hija o una nieta. Quiso culpar a Dumbledore por confiar demasiado en él, por aceptarlo en el colegio a pesar de su condición. Pero al final, no había sido el viejo mago quien despedazara a aquella muchacha, había sido él. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el palpitar en su cabeza. Su cuerpo tembló y se estiró, su ropa cediendo al cuerpo que se agrandaba. Pronto un aullido hizo resonar la casa hasta sus cimientos.