Casting para Mary McDonald

Mary McDonald

✘ NOMBRE DEL PERSONAJE POR EL QUE OPTAS.
Mary McDonald.

✘ RAZONES POR LAS CUALES DESEAS TOMAR AL PERSONAJE.
La época de los Merodeadores siempre será mi favorita, no solamente por ellos cuatro, tiene muchos personajes a los que poder explotar bien, utilizando más tu imaginación y menos los datos de la autora (porque son más que nada escasos). He escrito mucho sobre los Merodeadores y he utilizado el personaje de Mary como un apoyo para Lily varias veces, tantas, que a base de desarrollarla, le he cogido cariño, suele pasar ¿verdad? Además, admiro tanto a Lily, como a Mary y a muchas de las chicas fuertes y a menudo independientes ya bien de la Orden del Fénix o de las filas de los mortífagos, o incluso no pertenecientes a ningún grupo que, que se formaron en una época en la que, no nos engañemos, la mujer estaba por debajo del hombre y costaba mucho hacerse valer, imagino que incluso teniendo de tu parte una varita.

✘ TIEMPO QUE LE DEDICARÍAS AL PERSONAJE, DENTRO DEL ROL.
Justo enero es mi época de exámenes, la universidad que es muy perra, pero intentaré pasarme todo lo que pueda. Fuera de ese parón, puedo ser activa.

✘ ARGUMENTO DEL CASTING.
Nada especial, Mary regresa a la Sala Común después de ser víctima de una broma pesada, sumida en sus pensamientos. (Me siento más cómoda usando la segunda persona para un casting).

✘ CASTING.

Alguna vez has escuchado, aunque lo recuerdes vagamente y estás segura de que ha sido Lily quien lo ha mencionado porque ¿quien más lee poesía hasta altas horas de la mañana?, que el frío quema.

Te parece una ridiculez, que algo tan distante, tan diferente, pueda entremezclarse a veces; quizás has aprendido a hacer cosas increíbles con la varita en estos últimos años, por eso estás aquí, pero siempre habías pensado que la ciencia tenía una mínima base lógica. Eres práctica, metódica, y eso es algo difícil de cambiar.

Estás empapada hasta los huesos, la túnica deja regueros de agua por todas las escaleras, hasta la del séptimo piso, y rezas para que el celador esté ocupado en cualquier otra cosa, lo último que necesitas ahora mismo es un castigo. Tiritas y los dientes te castañetean, pero eso es ahora, dentro del lago, el agua congelada aguijoneaba tu piel de tal manera que, efectivamente, quemaba. Ni siquiera entiendes cómo acabaste ahí dentro, no había nadie en los jardines del colegio, nadie cerca de ti. Si fueses otra persona a lo mejor creerías en fuerzas invisibles. Pero no lo eres. Eres Mary McDonald, estudiante de Hogwarts, y crees en las maldiciones, en los estudiantes que quebrantan unas cuantas normas y sobre todo en ese malnacido de Mulciber. Lo odias. Los odias a todos. A Mulciber, a Malfoy, a los Black, a Snape, y siempre reprenderás a Lily sin entender qué es lo que ha visto en él para haberle defendido en más de una ocasión. Los odias de la misma manera que ellos te odian a ti, de esa manera que suena casi natural porque eres hija de unos traidores a la sangre ¿verdad? O al menos lo eras. Eso es lo que dicen de ti. Y siempre están los que se compadecen, y eso también lo odias, no solamente porque trates de hacerte la fuerte por Anthony y Charles, eres fuerte. Y no estás rota. Es probable que nunca vuelvas a ser la misma, y seguro, no has llorado desde la muerte de tus padres, pero no estás rota.

La sala común es siempre reconfortante, con el fuego encendido incluso a esas horas de la noche, los elfos domésticos hacen bien su trabajo. Y sientes que entras poco a poco en calor, como si hubieras comido un par de onzas de ese chocolate especial que sabes que se guarda en la enfermería; te deshaces de la túnica empapada, y sacudes tu pelo mojado moteando varios folios que hay sobre la mesa con diminutas gotas de agua. Estás sola y al principio piensas que pueden ser apuntes, hasta que entornas los ojos y distingues la letra de James Potter, lo que parece ser el comienzo de una redacción de Historia de la Magia y varias líneas después una especie de sucio soneto sobre las piernas de Evans y lo corta que es su falda, intentas evitarlo pero es imposible, rompes a reír tapándote la boca con una mano porque muy en el fondo todavía retienes esa Mary que reía casi por cualquier cosa. Agradeces, a nadie en particular, no haber despertado la atención de Potter, no es que no le soportes, en realidad sabes que es mejor chico de lo que tu mejor amiga se empeña en hacer ver, pero no crees tener la suficiente paciencia como para tragar con sus continuos acosos, ya no. Y pese a todo, porque eres una buena amiga para Lily, y quizás porque Potter te hace cierta gracia, te descubres haciendo de celestina más a menudo de lo que querrías, porque nadie que conozca de verdad a esa pelirroja podría hacer otra cosa. En honor a la verdad, esa gran hija de puta, te pareces más a Lily de lo que te gustaría. Siempre te han interesado los rebeldes, es un hecho. Es instintivo, y es abrumador. Y si pudieses pensar con la cabeza fría te fijarías en otro tipo de chicos, menos cuero y rock and roll, menos peligroso y más literatura. El problema, precisamente, es que no lo piensas.

Excepto con Remus. Remus es diferente y pensar en él siempre te hace sonreír de la misma manera. Puede que no se lo hayas dicho porque bueno, tú eres así, pero sabes que es justo lo que necesitas ahora. Alguien en quien poder confiar sin importar el cuando y el donde. No todos tienen esa suerte, y lo sabes. Entre toda la muerte, la sangre y la miseria, lo peor de la guerra resulta ser eso, ni más ni menos, no saber en quien puedes confiar y en quien no.